sábado, 11 de mayo de 2013

Raúl González Tuñón, el acaparador



                                                                                                
La Historia recordará siempre a Raúl González Tuñón como un escritor, periodista y viajero argentino, nacido a principios del siglo XX, comprometido socialmente a lo largo de toda su espina dorsal, que supo recorrer la dicotomía perfecta que conjuga la defensa del arte puro y el arraigo al deseo del bienestar popular de su tiempo. Un hombre en busca de un todo.
Este amante de las formas, pero también de los contenidos, hijo de Florida, dejaba sin embargo entrometer en sus versos una que otra pizca de revolución. Se olvidaba, por momentos, de la cuna estética de su grupo de pertenencia para escabullirse por las calles de un Buenos Aires ansioso y demandante de cambios, de los que él mismo fue parte activa, contante y sonante. Su preocupación por la problemática social lo acercó mucho al grupo de Boedo, candor por el cual pareció flotar sin remedio entre ambas orillas, porque él lo quería todo. “A los tibios los vomita Dios”, diría Magog, el memorable personaje de Marechal. Compartió con el grupo de Florida los experimentos formales, y con el de Boedo, la preocupación social, que fue acentuándose con vigor a medida que transcurría el tiempo.
Obviamente, el hombre no era un tibio en absoluto, sino un intelectual completo: afiliado al Partido Comunista, supo luchar contra el fascismo desde su lugar, y estrechar fuertemente con su pensamiento y su acción la causa del Socialismo, al que consideraba el remedio para una sociedad mundial enferma. Y no se quedó quieto, no: Para alcanzar dicha meta, fundó junto a su gran amigo Pablo Neruda la Sede chilena de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, de raíz profundamente antifascista, que había surgido en España en el marco de la Guerra Civil.
En su tierra, que es la nuestra, fue fundador de la corriente de poesía urbana, y precursor de la poesía social y combativa, de gran influencia en toda la generación de intelectuales de la literatura de la época y vigente hasta hoy, época de dicotomías si las hubo y las hay. Como periodista, su pluma se dejó entrever en el Diario Crítica, netamente sensacionalista, y en las Revista Martín Fierro, Inicial y Proa. Incursionó incluso en Clarín, donde su pudieron disfrutar sus críticas de arte y sus crónicas de viaje. ¿Yerro al arriesgar que en el presente su verborragia no tendría lugar en el Noble Clarín?
Raúl supo combinar bárbaramente el arte con la ideología, manteniendo un delicado equilibrio de su actividad en los supuestamente antagónicos Grupos de Boedo y Florida, por eso digo irónicamente que González Tuñón se conchabó en las oficinas de Florida simplemente porque estaban más cerca del centro. Y esto es así, sencillamente, porque los inquietos de espíritu nunca pueden pertenecer a un solo lugar. Raúl González Tuñón pudo pertenecer tranquilamente a ambos grupos sin que derraparan sus intenciones ni sus convicciones. Sin que los rótulos cambiaran su esencia de artista y de luchador revolucionario.
Hoy vivenciamos nuevamente  que la historia argentina siempre se ha nutrido de dicotomías. ¿Por qué, para qué? Esta, para citar nuevamente a Magog, es una cuestión muy peliaguda de descifrar. “Toda empresa, divina o humana, se ha realizado siempre y se realiza entre un polo afirmativo y un polo negativo”, escribió Marechal. Y sus palabras resuenan hoy como si provinieran de un eco lejano que nos habla de la vida como un ciclo que se repite una y otra vez, sin pausa.



Fragmento de La luna con gatillo

Dadle al hombre todo lo que necesite.
Las pesas para pesar,
las medidas para medir,
el pan ganado altivamente,
la flor del aire,
el dolor auténtico,
la alegría sin una mancha.

Tengo derecho al vino,
al aceite, al Museo,
a la Enciclopedia Británica,
a un lugar en el ómnibus,
a un parque abandonado,
a un muelle,
a una azucena,
a salir,
a quedarme,
a bailar sobre la piel
del Último Hombre Antiguo,
con mi esqueleto nuevo,
cubierto con piel nueva
de hombre flamante.

No puedo cruzarme de brazos
e interrogar ahora al vacío.
Me rodean la indignidad
y el desprecio;
me amenazan la cárcel y el hambre.
¡No me dejaré sobornar!

No. No se puede ser libre enteramente
ni estrictamente digno ahora
cuando el chacal está a la puerta
esperando
que nuestra carne caiga, podrida.

Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.

 Mayo 2013

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