La Historia
recordará siempre a Raúl González Tuñón como un escritor, periodista y viajero
argentino, nacido a principios del siglo XX, comprometido socialmente a lo
largo de toda su espina dorsal, que supo recorrer la dicotomía perfecta que
conjuga la defensa del arte puro y el arraigo al deseo del bienestar popular de
su tiempo. Un hombre en busca de un todo.
Este amante de
las formas, pero también de los contenidos, hijo de Florida, dejaba sin embargo
entrometer en sus versos una que otra pizca de revolución. Se olvidaba, por
momentos, de la cuna estética de su grupo de pertenencia para escabullirse por
las calles de un Buenos Aires ansioso y demandante de cambios, de los que él
mismo fue parte activa, contante y sonante. Su preocupación por la problemática
social lo acercó mucho al grupo de Boedo, candor por el cual pareció flotar sin
remedio entre ambas orillas, porque él lo quería todo. “A los tibios los vomita
Dios”, diría Magog, el memorable personaje de Marechal. Compartió con el grupo
de Florida los experimentos formales, y con el de Boedo, la preocupación
social, que fue acentuándose con vigor a medida que transcurría el tiempo.
Obviamente, el
hombre no era un tibio en absoluto, sino un intelectual completo: afiliado al
Partido Comunista, supo luchar contra el fascismo desde su lugar, y estrechar fuertemente
con su pensamiento y su acción la causa del Socialismo, al que consideraba el
remedio para una sociedad mundial enferma. Y no se quedó quieto, no: Para
alcanzar dicha meta, fundó junto a su gran amigo Pablo Neruda la Sede chilena
de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, de raíz
profundamente antifascista, que había surgido en España en el marco de la
Guerra Civil.
En su tierra,
que es la nuestra, fue fundador de la corriente de poesía urbana, y precursor
de la poesía social y combativa, de gran influencia en toda la generación de
intelectuales de la literatura de la época y vigente hasta hoy, época de
dicotomías si las hubo y las hay. Como periodista, su pluma se dejó entrever en
el Diario Crítica, netamente sensacionalista, y en las Revista Martín Fierro,
Inicial y Proa. Incursionó incluso en Clarín, donde su pudieron disfrutar sus
críticas de arte y sus crónicas de viaje. ¿Yerro al arriesgar que en el
presente su verborragia no tendría lugar en el Noble Clarín?
Raúl supo
combinar bárbaramente el arte con la ideología, manteniendo un delicado
equilibrio de su actividad en los supuestamente antagónicos Grupos de Boedo y
Florida, por eso digo irónicamente que González Tuñón se conchabó en las
oficinas de Florida simplemente porque estaban más cerca del centro. Y esto es
así, sencillamente, porque los inquietos de espíritu nunca pueden pertenecer a
un solo lugar. Raúl González Tuñón pudo pertenecer tranquilamente a ambos
grupos sin que derraparan sus intenciones ni sus convicciones. Sin que los
rótulos cambiaran su esencia de artista y de luchador revolucionario.
Hoy vivenciamos
nuevamente que la historia argentina
siempre se ha nutrido de dicotomías. ¿Por qué, para qué? Esta, para citar
nuevamente a Magog, es una cuestión muy peliaguda de descifrar. “Toda empresa,
divina o humana, se ha realizado siempre y se realiza entre un polo afirmativo
y un polo negativo”, escribió Marechal. Y sus palabras resuenan hoy como si provinieran
de un eco lejano que nos habla de la vida como un ciclo que se repite una y
otra vez, sin pausa.
Fragmento de La luna con
gatillo
Dadle al hombre todo lo que
necesite.
Las pesas para pesar,
las medidas para medir,
el pan ganado altivamente,
la flor del aire,
el dolor auténtico,
la alegría sin una mancha.
Tengo derecho al vino,
al aceite, al Museo,
a la Enciclopedia Británica,
a un lugar en el ómnibus,
a un parque abandonado,
a un muelle,
a una azucena,
a salir,
a quedarme,
a bailar sobre la piel
del Último Hombre Antiguo,
con mi esqueleto nuevo,
cubierto con piel nueva
de hombre flamante.
No puedo cruzarme de brazos
e interrogar ahora al vacío.
Me rodean la indignidad
y el desprecio;
me amenazan la cárcel y el
hambre.
¡No me dejaré sobornar!
No. No se puede ser libre
enteramente
ni estrictamente digno ahora
cuando el chacal está a la puerta
esperando
que nuestra carne caiga, podrida.
Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.
Mayo 2013
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